lunes, 25 de junio de 2012

La triste historia del perrito aragüeño (I)



Lobito era un perrito callejero que nació en Maracay y que muy jovencito quedó huérfano de padre y madre.

Como muchos otros caninos de la ciudad, buscó la manera de sobrevivir urgando entre la basura o recibiendo las caritativas sobras de algún "amante de los animales", procurando aprender a cruzar en las esquinas para evitar la defensa de algún vehículo.

Cuando llegó a la adultez, luego de mucho andar por calles nada seguras para sí y habiendo contraído parásitos y enfermedades de la piel, logró colarse en una urbanización de la capital aragüeña donde más "amantes de los animales" le proporcionaron alimento.

Sin embargo, este alimento y estas sobras de cariño no eran suficientes para él. No son suficientes para nadie.

Pese al relativo cobijo que le daba resguardarse bajo los carros durante la lluvia y pese a los pocos cuidados que alguno que otro le dio, no más que para engordar su ego propio y decir que "ayudaba a los animales", Lobito salió un día en busca de aventuras y tristemente encontró lo que sería su sentencia de muerte.

Aunque ya era ducho en el arte de atravesar avenidas, en esta última y desafortunada oportunidad un descuido lo llevó a ser el blanco directo de un automóvil.

El accidente no provocó su muerte instantánea. ¿Diría él que así habría sido mejor?

Con mucho dolor, mal herido pero sin golpes visibles, Lobito regresó a la urbanización donde residía desde hace algunos meses y allí padeció durante unos días hasta que el viernes 22 de junio, su cuerpo no resistió más, comenzaba su agonía.

Desde temprano, se había dejado caer en el asfalto detrás de un carro y bajo el inclemente sol, yacía jadeando y emitiendo ladridos lastimosos como aquellos que hace un perro que pide la atención de su amo.

Luego de algunas horas, vecinos de la urbanización notaron los extraños llamados del can y se percataron de su triste situación. Incesantes llamadas para hacer contacto con autoridades fueron en vano, Lobito pasó todo el día agonizando.

Las pocas personas que lo veían en su tragedia eran amas de casa, ocupadas con niños pequeños, imposibilitadas para socorrer al pobre can en desgracia más que tratando de conseguir alguna ayuda. No obstante, en el estado no existe ninguna institución gubernamental que se encargue de animales en situación de abandono.

Unas pocas fundaciones atendieron las llamadas que los vecinos preocupados hacían para ayudar a Lobito pero sin ningún fruto, pues también tenían dificultades para atender la emergencia.

Todo parecía un callejón sin salida para el pobre animalito.

Continuará...

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